Las drogas se han convertido en una situación macro – social que ha superado el orden de lo jurídico, caracterizándolo más allá de un acto criminal, definiéndolo como un problema de salud pública que necesita ser atendido integralmente. En Colombia es un elemento que ha ido evolucionando desde el estigma de la producción y distribución hasta convertirse una problemática que incluye procesos sociales complejos, como el micro – tráfico y el consumo, que como se ha demostrado en diversos contextos que no solo preocupan los niveles de consumo, sino la cantidad de drogas que aparecen en el espectro, como la cocaína, el bazuco, la marihuana en combinación con otras sustancias, ETA (estimulantes tipo anfetaminas), entre otras.
Situaciones como delincuencia común, los graves panoramas de inequidad social que no solo se refieren a la riqueza, sino también a las posibilidades de acceder a servicios de calidad como los de salud o educación, entre otros, se han convertido en factores de riesgo entre la comunidad de todas las edades en Colombia. La gran diversidad de poblaciones, pautas culturales y espacios geográficos son otros componentes que complejizan el análisis de las drogas en Colombia. Y teniendo en cuenta que no se ha contemplado la variable del conflicto interno, que solo en ella se unen varias de las problemáticas anteriormente mencionadas, agregando otras como la ausencia del estado en partes del territorio nacional, obteniendo como resultado una multi – variabilidad que profundiza la imposibilidad de generar acciones integrales y garantizar resultados que propulsen cambios sociales de base.
A pesar del complejo panorama descrito, cabe resaltar que muchas de los programas que se realizan en la actualidad tienen resultados positivos cuando se tiene en cuenta el elemento transversal que una a tan disímiles situaciones: la familia. El primer sistema de contacto con el entorno, de introyección de normas y de establecimiento de pautas de pensamiento y comportamiento es el principal blanco de acción de los procesos de cambio. La familia puede funcionar, como lo plantean diversos autores, como factor de riesgo, pero a la vez como uno de protección y de resiliencia en la temática del consumo de drogas.
La familia es un elemento esencial de la sociedad, ya que se pueden trabajar desde este espacio comportamientos, esquemas de pensamiento y hasta elementos emocionales que abren el espacio para que los individuos comiencen, mantengan o extingan pautas de consumo y de acción que se encuentran ligadas a ella (Becoña, Calafat, et al. 2012). La importancia de estos trabajos no solo se da en la acción de intervención como tal, sino en la identificación y capacidad de trabajo en lo relacionado con la prevención, reconociendo no solo el papel de la familia como sistema abierto (Becoña, Cortés. 2010), permeado por las diferentes situaciones que presenta el entorno donde se encuentre, sino que fortalece o debilita capacidades de cada miembro del sistema, como la auto – estima, la tolerancia a la frustración, las habilidades sociales, entre otras, frente a esas situaciones sociales.
El fortalecimiento de los procesos de intervención sobre la familia y su relación con el consumo de drogas va más allá del debate ético – religioso de la familia nuclear: lo central de esto es comprender que si no existen procesos claros de las problemáticas sociales a nivel familiar, que si no existen los escenarios apropiados para permitir que la familia genere las contingencias necesarias (entiéndase por este término las asociaciones que se dan entre experiencias particulares y sus consecuencias en los diferentes ámbitos del ser humano) para evitar o enfrentar la problemática de las drogas, ninguna acción que se tome desde cualquier ente, ya sea público o privado, que sea parte del macro – sistema social, tendrá el alcance a profundidad que se desea, manteniéndose como esfuerzos aislados en cada área del complejo socio – ambiental.
Esto no quiere decir que solo con el trabajo en las familias se puede solucionar este problema, pues si se afirmara esto, negaríamos el primer planteamiento de este escrito. Lo que se propone es que el componente familiar en Colombia es un factor importante de impacto en las acciones coordinadas que se generen, ya que brindaría unión y direccionalidad a las intervenciones. El compromiso de los diferentes actores sociales en este tipo de proyectos es de vital importancia, ya que le puede brindar un elemento de soporte real a cada miembro del sistema familiar (garantizando accesos a los servicios necesarios en cada caso, promoviendo prácticas de integración y desarrollo familiar, entre otros).
La atención de las personas que presenten daños físicos o mentales como consecuencia del consumo de drogas (como proceso adictivo, como acción de abuso o como situación de adicción), será objeto de tratamiento real e integral, es decir, que las familias de esas personas, que pueden llevar cargas emocionales y estigmas sociales a causa del consumo de uno de sus miembros, también deberá ser tratada, entendiendo la característica de circularidad de este problema: no se da únicamente por entornos familiares disfuncionales que una persona consuma drogas y desarrolle conductas de adicción, sino que al comenzar este ciclo, se refuerza una a la otra, aumentando patrones de negación, alejamiento y violencia de ambos elementos.
Esta concepción de la importancia de la familia abre nuevas perspectivas en lo que a tratamiento se refiere, porque si bien se inserta a la familia en el proceso, se puede trabajar con el mismo concepto de familia que el paciente maneja, siendo capaces de generar “familias” en los diferentes centros de atención (Borelli, Pinto, 2006), con todo lo que el concepto implica: normas claras y de obligatorio cumplimiento, jerarquías que sirven como referencia conductuales, roles y funciones que permiten definir un norte adecuado para cada uno de los pacientes y la capacidad de desarrollar formas de comunicación homogéneas que permitan la creación de redes de apoyo funcionales a lo largo del proceso.
La intervención en el tema de las drogas ha ido cambiando y por eso es necesario hacer nuevos esfuerzos para lograr el mejoramiento de la calidad de vida de las personas en esta situación y de los grupos humanos que también los viven, como la familia.
RONALD ACACIO QUINTERO.
PSICÓLOGO.